20061031

¿Next Generation?

Yo solo espero que la razón, que con la ambición es lo que nos diferencia del resto de especies, nos sirva para comprender esto:

- “Para hacer algo contra el calentamiento global se necesitará invertir el 1% del PIB Mundial. Pero si no se hace nada, costaría entre el 5 y el 20%”, El Tiempo, Bogotá. 31 de octubre de 2003.

Y esto.

“A report commissioned by the government predicted apocalyptic effects from climate change, including droughts, flooding, famine, skyrocketing malaria rates and the extinction of many animal species during the current generation if changes are not made soon”. The New York Times. 31 de octubre de 2006.

Y ojalá, que entendamos pronto.

La Nota Tónica
A Warm Place - Nine Inch Nails

20061030

A ver quién gana

A veces solo era aburrimiento o la frustración de la rutina, si es que tales cosas pueden diferenciarse. Pero esta vez Ji se levantaba con un deseo en mente y con un dolor en el cóccix. El deseo de no volverse a levantar y el agudo dolor de no poder seguir acostado. El deseo de quedarse allí en medio del calor de las cobijas y la molestia aguda tras 48 horas en la cama, apenas interrumpidos por sus idas al baño y las esporádicas visitas a la despensa.
Las persianas permanecían cerradas desde el viernes a las 6 de la tarde, hora en la que llego del trabajo. Había bajado los tacos de la luz para evitar la tentación de prender la televisión o la radio. No era necesario desconectar el teléfono, al fin y al cabo, nadie nunca llamaba. Había comprado una caja de pizza extragrande, un botellón de agua mineral y un pollo frito al estilo americano.
Se metió debajo de las cobijas y lo primero que hizo fue llorar. Era 27 de octubre, justo el día de su cumpleaños número 25 y la fecha en la que el resto de la ciudad iba a celebrar la noche de Halloween. Lloró por cerca de dos horas. Hasta que cayó en la cuenta de que es imposible dormir al mismo tiempo que se está poseso por la rabia.
En su mesa de noche había un vaso con valeriana, que se tomó de un solo sorbo. Sus propiedades sedativas e hipnóticas hicieron efecto a las 11 de la noche en punto. Menos de 25 minutos antes de la hora que el registro de la Clínica daba como la de su advenimiento al mundo.
Se despertó el sábado. Y volvió a su propósito inicial. No pensar en nada. Se olvido de su elocuente soledad, de su profunda frustración, del hecho cruel de tener un sueldo pero no en qué gastarlo, del estricto horario de su oficina, de la indiferencia de su jefe, de la inutilidad de su trabajo, de sus pocas posibilidades de darle un vuelco a su vida, de su madre muerta, de su padre desconocido, de su cachorro arrollado por un taxi 10 días después de comprado, de la gotera del baño, del descuido de la cocina, de la lluvia que caía pesadamente sobre la ciudad, de la amenaza del cambio climático…
Al cabo de un rato, se dio cuenta que su esfuerzo por eliminar temas en los cuales pensar se estaba volviendo justamente en una barrera para cumplir con el plan trazado. Repitió 10 veces, como un mantra, “No quiero pensar en nada”.
Y se imagino la nada como una bola negra en medio de la bruma. Una bola inmensa que descansaba al borde de una carretera en declive a unos metros de él. Y entonces vio que la bola comenzaba a caer en dirección a su humanidad. Pensó que debía correr.
“Mierda, estoy pensando otra vez”, se reprochó realmente enojado. Se tomó la cabeza, y se rasguñó la cara hasta que no soportó más el dolor. Fue al baño se lavó y tomó más valeriana. Mucha más. Eran las 5:45 p.m. de tarde de un sábado gris.
Esta vez no fue tan fácil conciliar el sueño. Se preguntó si tal vez no era buen momento de abandonar su misión. Otra vez. O cambiarla a fin de ver alguna realización. Se sintió genuinamente inteligente cuando llego a la conclusión de que el problema no es dejar de pensar, sino pensar en cosas terribles. Busco afanosamente en su memoria un momento feliz. El adormilamiento de la valeriana lo tomó por sorpresa antes de encontrar uno.
(“Algunos estudios clínicos han demostrado que 300-600 mg de Valeriana reducen el tiempo de latencia del sueño y mejora la calidad del mismo”.)
Efectivamente. Durmió profundamente. Lo despertó el hambre a las 3 de la mañana del domingo. Se comió medio pollo frito estilo americano. Bebió algo más de tres litros de agua. Volvió a su inútil búsqueda en la memoria y resolvió, cansado, una hora después, echar mano de material gráfico. 365 días antes había quemado todo su álbum familiar.
Aquella vez no optó por el ácido valérico y los valepotriatos, sino por el alcohol.
Ebrió, protagonizo uno de sus días más vergonzosos, cuando decidió salir desnudo al balcón y prenderle fuego al arrume de fotografías con las que se había torturado todo el fin de semana.
Por primera vez en mucho tiempo, Ji sintió la necesidad de persistir. De dar la lucha contra las circunstancias adversas, y encontrar un retazo de su pasado. Fue inútil. Vencido, derrotado, en posición fetal, se quedo dormido. Al amanecer del lunes, el dolor le volvió a ganar al deseo. Se levantó antes de las 7 mañana. Tenía justo tiempo para prepararse un desayuno y volver al trabajo. Al menos, se dijo, era un fin de semana menos en el cual pensar.

Nota Tónica
No Rain-Blind Melon

20061024

El diablo que hay en tí

La reflexión surgió esta mañana en medio de mi conversación matutina con el viejo Juan Ca. El punto es que al igual que a los antiaborto, a los partidarios de la penalización de la droga o a los que están en contra de las relaciones gay, debe haber algo que a uno le provoque tal disgusto como para prohibírselo a los demás.
Así, estrictamente, no lo afecte a uno en lo más mínimo.
Aceptémoslo: por más liberal que uno sea, no le cae en gracia que la gente se orine contra los árboles, se saque los mocos en público o se corte la uña en el bus.
No es una discusión moral.
Tampoco se puede alegar nada distinto a la urbanidad y a las buenas maneras en contra de esos actos. Pero disgusta. Da piedra que el que se le sentó al lado a uno en el bus le de en la mitad de un trancón por comerse una mandarina y unos maicitos. Por mí prohibiría tal dieta en el sistema público de transporte. ¿Pero a razón de qué?
Tendría que ser un dictador. Así, si todo se hiciera a mi manera, por ejemplo, habría mil vainas ante las cuales el discursito de la tolerancia me parece vano. Fútil. Por ejemplo, que haya quien deje prendido su celular en una sala de cine. No basta con el cartelito. Me parece que hace falta algo más disuasivo para no correr con el riesgo de perderse la frase clave de la película ahogada por uno de esos terribles ringtones de moda.
La camiseta sisa y la gente que anda así toda desvirolada mostrandole a uno el oso que habita en su axila. ¿Basta apenas con la mala cara de los demás para que tan horrible moda entre en desuso? Yo hago muy mala cara ante ese espectáculo y nada.
Que la gente llame a saludar a Julito con el ya clásico “Julito no me cuelgue…”: debería tener una implicación mayor que mi solitaria reprobación. Que un rechinar de dientes.
Que las señoras del aseo se ahorren trabajo gastando litros y litros de agua para limpiar las escalinatas de los edificios es algo que no se permitiría bajo una eventual dictadura mía.
En un arranque de preocupación por la salud ajena prohibiría el chin-chin. Ese trago tiene el diablo adentro, para usar una expresión como la de los curas y los conservadores en contra del proyecto de derechos patrimoniales para las parejas gay.
O que la costumbre de echarle cocacola a un whiskey 18 años. Eso mínimo debería dar para carcel.
Y así hay una infinidad de pequeñas molestias por las cuales uno, quizá, estaría dispuesto a convertirse en el prohibicionista que odia. Lo evita, creo, solo el hecho de que uno no se toma tan en serio a sí mismo. Cuando eso deja de pasar corre uno el riesgo de degenerar en una criatura tan dañina como Juan Manuel Santos. Con esa cara de mal genio, como si estuviera a punto de cagarse y no tuviera papel. Pero no por breves segundos, sino por la vida entera y cada vez con más urgencia y menos papel.

Nota Tónica
Desperate But Not Serious-Adam Ant

20061018

Aveces (parece) no queda de otra

Villa del Río es un barrio bogotano de clase media que es como una bisagra entre las localidades Kennedy y Bosa. El barrio tendrá unos veinte años y siempre ha sido muy tranquilo. Posiblemente porque está aislado de los barrios circundantes –unos más agrestes, otros menos- por las barreras naturales del río tunjuelito y el Parque Timiza y las avenidas Ciudad de Cali y Autopista Sur. ¿Se ubicaron?
Villa del Río fue uno de los megaproyectos que adelanto la Organización Luis Carlos Sarmiento Ángulo por allá a comienzos de los ochenta, en pleno furor del UPAC. Y ha vivido las transformaciones propias de todo suburbio de clase media: decadencias y esplendores de acuerdo al ciclo económico del país.
El hecho es que usted probablemente nunca ha escuchado nada de Villa del Río porque es un paraje casi bucólico al sur de la ciudad. Hay hasta vacas y venden leche cruda. El barrio ––en el cual viven mis papás––, ha saltado de pronto a los medios porque la alcaldesa de Bosa decidió que va a tumbar todas las adecuaciones que los vecinos hicieron en los antejardines de sus casas.
Así, de un día para otro. Sin que nadie se haya quejado, ni puesto una tutela, ni pedido la intervención de la alcaldesa, la señora tomó la decisión de tumbar todas las construcciones. Esto implica la destrucción del barrio a punta de retroexcavadoras y la pérdida de millones de pesos que la gente ha invertido con esfuerzo en azoteas, balcones y garajes. Que no le hacen daño a nadie. Salvo a la alcaldesa.
No es asunto de un montón de burgueses de clase media que quieren tener sus plácidos jardines. No. Mucha gente amplio su casa y ahí montó un negocio: una panadería, una tienda, una floristería, un café Internet, un taller de costura, un café. Y nadie se queja. Son negocios de los que depende el ingreso de muchas familias del barrio. Así que si la súper idea de la alcaldesa se materializa, las cifras de desempleo y pobreza si que menos le van a cuadrar al Dane.
Se alega la invasión del espacio público. Sin embargo, en Villa del Río es un placer caminar porque tiene amplios andenes, algunos arborizados. No es como en la 15 a la altura de la 92 o la Avenida Chile donde a usted le toca fijarse de no pisar las mercancías de los cientos de vendedores ambulantes.. No. Hay espacio de sobra para que los viejitos caminen, los perros paseen y los niños jueguen fútbol cuando les da pereza ir al inmenso parque que tienen al occidente del barrio. Insisto, nadie se queja.
La gente, si usted le pregunta, si se queja de las calles rotas, de los atracos, del descuido de los árboles del parque o la demora en las obras complementarias de Transmilenio. Cosas sobre las cuales la alcaldesa no ha dicho ni mú.
La gente de Villa del Río estaba quietica. No le estaba haciendo daño a nadie y nadie se había quejado nunca (bueno, hubo una querella ante el Consejo de Estado hace unos años y la declararon improcedente). Sin embargo, el poder del Estado se va a manifestar en forma de retroexcavadora contra sus casas.
Y ve uno en el periódico: un cura confiesa haber violado un poco de niños y los máximos jerarcas de la Iglesia salen a defenderlo; Chepe Barrera, un paramilitar que se tomó a sangre y fuego el Magdalena, sale libre porque al comisionado se le olvido incluirlo en la lista de elegibles para la Ley de Justicia y Paz; a la banda de secuestradores que se autodenominan ELN les van a pagar para que dejen de cometer ese delito tan temible; los transportadores le maman gallo al alcalde con los 240 mil millones de la chatarrización y a un barrio de gente que no le está haciendo daño a nadie –pues nadie se ha quejado- le va a caer todo el peso de… iba a decir de la ley, pero la verdad es que no hay tal ley que prohiba construir en los antejardines, respetando, andenes y calles.
Por eso le dije esta mañana a mi mamá: “ves, en este país uno tiene que ser un matón, un traqueto, un ladrón o un político corrupto para hacerse respetar”. Mi mamá, que casi nunca le gustan esas frases mías, esta vez no dijo nada.

Nota Tónica
Ghetto Defendant-The Clash

20061010

¿Dónde están que no se ven?

Ahora sí quiero ver a todos los que enfocaron su odio y su verborrea en contra de la piltrafa esa del violador Garavito incitar a la masa en contra del cardenal Rubiano. El sátrapa que ayer salió a defender al confeso pederasta padre Rozo en medio de alaridos de indignación. Dice que tiene pruebas más contundentes que la confesión del pervertido de sotana y los testimonios desgarradores de sus víctimas que todos escuchamos en la radio. ¿Ya las llevó a la Fiscalía? ¿O se supone que debemos creer en ellas como debemos creer que en 7 días dios creó el mundo y que del barro sacó a Adán y Eva?
Hay que ver lo bravito que se puso. No parecía precisamente un pastor de la iglesia que promulga la humildad, el arrepentimiento, la vergüenza y los votos de pobreza. Parecía un nazi o quizás un Vicente Castaño poniéndose por encima de las leyes y de la evidencia. Infalible.
Los periodistas casi tienen que excusarse por preguntarle. Ahí está pintada la cabeza encubridora de ese ejército de depredadores de niños que han caído por infortunio en manos de cualquiera de estos malhechores de faldas negras. Ah, y hablando de malhechores. ¿Dónde está ese narcocura altisonante, Alfonso López Trujillo, defensor de la familia y las buenas costumbres? Yo me pregunto en este país que se escandaliza tan fácil con cuentos de brujos ¿dónde están los patrones de la moral que nos previenen de la debacle que supone el proyecto de seguridad social para las parejas homosexuales? ¿Dónde están los que tienen amenazada de muerte a la abogada que gestionó la demanda para despenalizar el aborto acusándola de acabar con la vida? ¿O los muy indignados ciudadanos que quieren linchar públicamente a Garavito? ¿O los sacerdotes que condenan el uso del condón? Ahí si no, por que todos son cómplices de esa manga de desviados. El domingo estarán toditos en misa rezando y proclamando el mandamiento aquel: “ama a los demás como te amas a ti mismo”. Las víctimas del padre Rozo pueden dar fe de cuánto compromiso existe de Iglesia para dentro con ese postulado.

Nota Tónica
Sin Sin Sin- Robbie Williams

20061004

¿Qué todo lo nuevo es mejor?

Los publicistas y los expertos en mercadeo nos han metido en la cabeza un chip que se activa al ver en los productos -con fondo amarillo y letras rojas la mayor de las veces- la palabra “nuevo”. Es como un talismán del consumidor. Todo lo nuevo es bueno: más eficiente, más barato, más moderno, más elegante.
Yo estoy a favor de la innovación, ni más faltaba. Pero hemos llegado a un nivel de obsesión por la novedad, que todo lo ha vuelto prescindible, fugaz y desechable.
Esta el caso del IPod. El aparato icono de estos días como lo fue el telebolito para los jóvenes de los 70 o el Family para los que crecimos poniendo a Mario Bros a comer hongos.
No soy experto en tecnología, pero tengo un punto de vista como consumidor: ¿para que quiere uno un Ipod?: Almacenar y reproducir música. Si eso es lo que uno quiere -porque puede que todo se reduzca a alardear- la versión que yo tengo del IPod, es más que suficiente. 20 gigas de espacio, pantalla a blanco y negro, nada de imágenes. Debo confesar que hasta hoy no he sentido las irreprimibles ganas de verme alguna película de Steven Seagal en el trayecto de mi casa a la oficina.
Con el agravante de que al aparatito hay que ponerle una concha como si se tratará de una perla: para que no se raye, no se golpe, no le de frío. Pero conozco mucha gente a la que de un día para el otro el aparato les deja de funcionar y ya. Sino sirve ninguna de las fórmulas de reanimación que hay en la página del Apple, la solución es sencillísima: comprar otro.
El prestigio de lo nuevo se traslada a los cambios de dueños. Cuando el Banco Superior fue comprado por el gigante Davivienda los medios se descularon en loas al negocio. Qué que tan bueno, decían. Yo, en cambio, me di cuenta que como usuario del Banco Superior iba a llevar las de perder. El pez grande se come al chico.
Antes para pagar un extracto tenía uno pocas sedes, pero casi siempre ágiles, con todos los cajeros trabajando. Ahora a Davivienda le ha dado por cerrar un montón de oficinas y nos ha atiborrado a sus usuarios, que deben ser como cuatro veces los que tenía el Superior, en las que quedaron, con cajeros malgeniados y desinformados.
La vez pasada tuve que ir por el extracto que me debía llegar a la casa. Van cinco meses en las mismas. Ni siquiera tienen tinta para imprimirlos. Una belleza. “¿No conoce nuestro portal de Internet?”, me pregunta el subdirector de la oficina Andino, con en ese tono de quien le indaga a uno por su familiaridad con el agua tibia. “No hombre, no tengo tiempo. Y cuando tengo, vengo a perderlo con usted tratando de imprimir un extracto”. “Bueno ya mismo le damos su clave”. Regresa al rato, “el informador número 1 lo está esperando para atenderlo”. Y no, estaba ocupado con otra señora que estaba haciendo el mismo reclamo. Pase al dos y la niña me dice que no, que tampoco se puede porque no tengo cuenta de ahorros en Davivienda –afortunadamente-. Vuelvo donde el funcionario que tiene la misma cara de apelotardado del Fiscal Iguarán, y confirma mi sospecha: es un apelotardado. “Ah es que usted no tiene cuenta de ahorros”. Ni modos, cámbiese de banco.
Y está el ejemplo de la revista Gatopardo. Una publicación entrañable que mes a mes he comprado y que durante casi 6 años se gano el mérito de ser la mejor revista en español. ¿Y la han visto ahora que la edita un grupo mexicano? ¡Tiene hasta horóscopo!, una letra grandísima, unas fotos chibisimas y unos temas tediosísimos. Qué se puede esperar, por ejemplo, de una revista que se divide en dos secciones: “agenda pública y agenda privada”. Hágame el favor esos nombres tan pomposos, tomados seguramente de algún seminario de relaciones públicas. Era mejor cuando uno encontraba solo crónicas y reportajes, a secas. Pero nada. Como todo lo anterior no habrá más remedio que suscribirme a TV y Novelas. seguramente, no me decepcionará.

Nota Tónica
Changes- David Bowie