20061231

Todo tiene su final -y al 2006 ya le llego

A la media noche de hoy: un soldado del ejército etiope prendera el último cigarrillo que le queda, a las afueras de Mogadiscio, capital somalí a la que las tropas de las que hace parte entraron sin ninguna resistencia. Una mujer iraquí verá en la televisión jordana las imágenes de la ejecución de su padre, ahorcado por crímenes contra su propio pueblo. Una negra regordeta de Lousiana rezará alguna vieja oración para que su dios preserve vivo a su hijo, un marine desplegado en Basora. En el Norte de Santander colombiano una familia campesina temerá que la noche, y de paso el año, terminen con una nueva incursión de los paramilitares emergentes. En Cuba una jinetera de diecisiete años tendrá que salir a buscar clientes en el malecón de La Habana, esperando a ver si Fidel se muere pronto o se puede largar rápido de esa isla que se diluye bajo la égida del viejo malo ese –y ahora de su hermano-. Y así. Infinidad de postales que no coinciden en nada con el derroche de positivismo que se respira en otros muchos lugares. El mundo contrastado a una hora determinada. ¿En serio cree que algo de esto vaya a cambiar solo por un digito más en la fecha? No. Seguramente usted no es tan idiota. Pero necesita –necesitamos- creer que cerramos un ciclo. Que tenemos una oportunidad nueva de hacer las cosas bien. Al menos un 70% de los colombianos creen que el año entretente será mejor. Lo dudo. Todo tiende a empeorar inexorablemente. Aquí y en todas partes. ¿Que queda entonces? Tal vez solo esperar. Tomar un buen libro, ver una película que lo estremezca, hacer el amor, comer su plato favorito, montar en bicicleta mientras su perro sale a pasear, darle un beso a su mamá e irse a la cama con la intima fe de que sólo así, con esas pequeñas alegrías, con esos limitados sobresaltos de la rutina, se puede experimentar lo más parecido a la –fugaz- felicidad.

20061226

Cosas que se olvidan

Yo se que por estos días todos estamos borrachos, o enguayabados o con ganas de beber hasta perder la conciencia. Pero no por eso uno debe dejar de pasar perlas que de cuando en cuando aparecen en la prensa.
Por estos días el representante de los ganaderos, un tal José Felix Lafourie, ha salido a reconocer públicamente la vinculación de sus representados con en el paramilitarismo. Pero no porque estén arrepentidos, sino porque parece que algunas verdades se van a empezar a saber y habrá quienes osen cuestionar lo que él llama “el derecho a aplicar el ejercicio de la legítima defensa”. O sea que los crímenes de los paramilitares, que sirven para hacer una película de terror que asuste a Freddy Kruger, no son delitos sino que fueron una obligación y lo hicieron solo para defenderse. ¿Pero defenderse por qué? Dice este señor que porque “los ganaderos son un sector vulnerable”. ¿Vulnerables los ganaderos? Eso es algo así de absurdo como decir que Paris Hilton está así de flaca porque no tiene plata para comer bien. Y es que si hay un sector que en muchas regiones del país –justo aquellas en las que existieron los más poderosos bloques paramilitares- han detentado TODO el poder por decenios, por siglos, han sido los ganaderos. ¿Es vulnerable un señor que tiene mucho billete, muchos empleados que hacen cosas por él, que tiene algún familiar que es alcalde y un primo que es senador? Literalmente son señores que han mangoneado el país rural como se les ha antojado y ahora nos salen con que son vulnerables. Pobrecitos.
Claro que son vulnerables. Pero por ambiciosos y por tacaños. ¡Sabe usted cuánto paga de impuestos una finca ganadera inmensa, digamos, así como El Ubérrimo? Yo no se la cifra, pero le puedo asegurar que es una fracción ínfima de lo que paga usted por la casa o el apartamento en el que vive en cualquier ciudad del país. Porque el poder que detentan los ganaderos lo han usado sobre todo para no pagar los impuestos que deberían pagar. Esa es una verdad que olvida el señor Lafourie y que podría ayudarle a entender porqué en los 80, cuando el sitúa la irrupción del paramilitarismo, había en las regiones ganaderas tanto abandono estatal que ellos rellenaron apunta de matones. No había Estado porque ellos no pagaban –y no pagan aún- lo que cuesta tener Estado: policías, escuelas, hospitales y lo poco que hay se lo roban su hermano alcalde o su primo senador. Así que no solo los ganaderos que representa el señor Lafourie –y a los que pertenece el dueño de El Ubérrimo- deben asumir su culpa por los efectos de su defensa legítima sino que deberían pagar lo que le deben al país por todos estos años de irresponsabilidad fiscal. Así, a lo mejor, a los hijos del señor Lafourie no les toca hacer como a él, quien para no meterse a la guerra –como Jorge 40 o Simón Trinidad, sus condiscípulos y amigos- le toco “salir corriendo para Bogotá- donde la gente evade menos impuestos.

Aclaración: No pongo el texto de la entrevista en la que me base, que sale en Cambio, porque en esa revista ya se fueron de vacaciones y no colgaron la última edición en Internet. Deben estar borrachos.

20061205

Solidaridad con el Exito -y todos los almacenes de cadena

Parece que se está volviendo una mañita de todos ellos, los empresarios. Ayer luego de pagar el mercado de cada mes en el Éxito, un muchacho sonriente se acerco y comenzo empacar. Poco antes de terminar, nos paso una boleta en la que explica cómo funciona su trabajo. Resulta que hacen parte de una cooperativa y sus ingresos dependen de los aportes voluntarios de cada uno de los compradores del supermercado. "De eso dependen mis estudios". No hay ningún problema, y le di 2000 pesos.
Pero la situación me puso a pensar: ¿de cuándo acá es uno el que paga el sueldo del personal de una multimillonaria corporación como el Éxito? Porque el funcionario que le empaca a uno el mercado es como parte del combo, ¿no? Digo: con el mercado que uno paga supone que al Éxito le alcanza para cubrir los sueldos de sus celadores, cajeros, aparcadores y todo lo demás. O es que mañana, en esta fiebre de desregularización laboral, también el celador nos va a decir que la manutención de su familia depende de nuestro aporte y del aporte, nuestra seguridad dentro del almancen.
Será carepalo el Éxito -y todos los almacenes de cadena nacionales o extranjeros- como para decir que no, que eso no es un abuso con sus empleados y sus clientes, sino que se trata de un ingenioso programa de responsabilidad social corporativa como a todas las empresas les ha dado por llamar a las migajas que le botan a la creciente masa de pobres de este país.
Será que lo que a mi me parece un abuso laboral es de verdad una obra de filantropia digna de ese ícono de la caridad crisitiana que es la Madre Teresa de Calcutá.
¿Será que nos están tumbando, Echeverry?