20070125

Él vino a Salvarte

Ahí está. Ya se estaban demorando. No hemos completado un año de escándalos, robos y misteriosas coincidencias protagonizadas por el uribato en su segunda versión y ya están mirando a ver cómo lo alargan otros cuatro años. Para que complete la misión encomendada desde cuando era amiguísimo de Salvatore Mancuso, su vecino y proveedor de pesticidas: “refundar la patria”. Porque se trata de eso, ¿no? Eso es lo que dicen en su declaración más de 40 políticos a quienes la cobardía –o la sinvergüencería- les duro por seis años. Un documento donde la única firma que se echa de menos es la del propio Uribe (uno no sabe: a lo mejor tenía las manos ocupadas con los rifles con los que dicen fueron amenazados algunos de los signatarios). No importa. Están las de sus compromisarios, sus cercanos aliados políticos, los que le pusieron los votos que le sirvieron para no perder por más en los departamentos de la Costa. Documento histórico ese. Será uno de esos incunables de la larga historia de tragedias, infamias y traiciones protagonizadas por el hijo ilustre de Salgar, Antioquia. Claro, que con esa máquina de producción masiva de escándalos que es la Casa de Nariño, el material histórico abarcará varias bibliotecas. Habría que fundar una ciudadela: la Alejandria de Álvaro Uribe. Sobre todo si, como se le chispotió ayer delante de los carismáticos cristianos, se va a aferrar al solio de Bolívar hasta el 2019. Es decir que apenas vamos por la cuota inicial de la refundación de la patria. La frase que uso fue algo así como “aspiro a quien me suceda en 2.019…”. Un lapsus mental. Lo traicionó el inconsciente como diría una presentadora de TV.
¿Qué dónde la tengo? No, yo no la tengo. Sucede que al presidente solo lo pueden grabar las cámaras de palacio y ellos no nos van a ofrecer ese papayazo. Así que simplemente queda como un chisme. Un chisme como aquel de Miguelito de la Espriella (que dijo hace como dos meses que 40 políticos se habían comprometido con Mancuso por escrito). Puros chismes. Inventos de la oposición desesperada por los buenos resultados de la política de Seguridad Democrática. Amanecerá y véremos, como dijo Apolinar Salcedo.
Como me contaron que el señor Uribe le saca tiempo a “trabajar, trabajar y trabajar” para comprar fincas y ampliar impresionantemente los linderos del Ubérrimo. ¿Será que aspira a emular a su copartidario Victor Carranza de quien se dice tiene más de mil haciendas? Aparte de venerado, rico, el señor Uribe. Tan honesto él. Yo nada más especulo con estos chimes de los que me entero. Lo que me pasma es que aún con lo que se sabe oficialmente a la gente le parezca todo tan normal. Le sigan apoyando entusiastamente. "es que tiene unos ojitos tan bonitos", como dicen los niñas; "o es que me ha ido tan bien", como defiende la el Uribato III el industrial neoyorquino, Julio Mario Santo Domingo. ¿Estaremos todos tan untados? ¿Tan asustados? ¿Tan millonarios? o ¿tan idiotizados?

Nota Tónica
Les recomiendo la feria de cristianos carismáticos. Entre las muchas atracciones que ofrece, incluyendo confesiones presidenciales, se encuentra un punto de venta de la tienda de artesanías Salvarte. Los recursos allí recogidos se destinarán a la campaña "Adelante, presidente, que ya vamos llegando"

20070116

Los idiotas

Definitivamente El Tiempo es el periódico de los colombianos. No cabe duda de eso cuando uno lee un titular como el de hoy –en la edición impresa- sobre el partido de la selección Sub-20: “Hoy, Sub-20 no tiene que ganar. Si pierde 3-0, clasifica” apenas lo vi a mi cabeza vinieron instantes inolvidables de otros dos arranques de pasional optimismo: la tragedia de Londrina, cuando una muy confiada selección preolímpica fue eliminada por Brasil, pese a que la prensa de aquel entonces se ufanaba de que el equipo nacional podía caer hasta por 5-0. Eso, claro, no era una goleada suficiente para revalidar la colombianidad de que si no la cagamos a la entrada la cagamos a la salida y ¡saz!, nos metieron 9 y nos mandaron pa’ la casa. O los delirios triunfalistas de las semanas previas al Mundial USA 94. Un cartagenero me contaba en estos días –explicándome porqué no veía los partidos de la selección- que había perdido 500 mil pesos apostandole al campeonato de los dirigidos por Hernán Dario Gómez. No fue el único, un amigo suyo perdió la casa y otro unas reses.
El optimismo del colombiano es instintivo, produce un grado de exitación que desborda el sentido de las proporciones. Por eso si una edición en italiano de Vanity Fair alaba a la capital, sale El Tiempo, con esa objetividad tan propia, a decir que fue la Vanity Fair a secas, haciendo creer al incauto que no lee más que el titular, que fue la gringa que vende millones de ejemplares alrededor del mundo y no la italiana que vende unas muchísimas menos. O decir que el Golden Globle que se ganó la hispana América Ferrer, por su papel, en la versión gringa de Betty, la fea, es un logro de Colombia. Incluso el otro, que se gano Fernando Gaitán es un logro de él solito. ¿O es que cuantos de ustedes le ayudaron con los libretos? Y por ahí derecha están todas esas bobadas insulsas de la “nuestra Shakira” o “el Inter de Iván Ramiro Córdoba”. Como decía Eduardo Arias en estos días, “¿Cuándo se enriqueció tanto como para comprarselo a Massimo Moratt?”
O las expresiones bobaliconas que en vez de halagar ridiculizan: el baleado director técnico Luis Fernando Montoya, el campeón de la vida. ¿Campeón? Ese señor es una victima de esta colombianidad brutal, desalmada y desagradecida. El no ganó, el perdió. Perdió su movilidad, perdió una carrera brillante, perdió mucha plata. De consuelo le queda ese título ridículo de campeón de la vida.
O Juanes de la Paz. En serio: ¿qué fue lo qué hizo Juanes por la paz? ¿Cuántas minas ha desenterrado? O es que esa bobada solo tiene que ver con el hecho de haber ido a tocarles su música detestable a los burócratas de la Unión Europea. Si por eso se logrará la paz de Colombia, “nuestra Shakira” hizo más tocando para todo el mundo durante la ceremonia de la final del Mundial.
Y es que cada semana las páginas de nuestro único periódico están más llenas de victorias morales y pajazos mentales. Y después algún astuto extranjero pregunta ¿qué raro, cómo los colombianos son los más felices del mundo en medio de la guerra y la desigualdad en la que viven? Por eso. Porque viven engañados con esos logros de mentiras y esas conquistas apócrifas. Porque necesitan cualquier cachito luz para aferrarse. Un palo en medio de un río turbulento que los haga seguir seguros. Una oración o un discurso. Y por eso, nos pasa la que nos pasa. Póngale la firma que por pensar así, esta noche a la selección le meten cuatro.


Nota Tónica

- De una vez: el que me diga que Juanes hace más que yo por Colombia tiene razón en una sola cosa: yo no hago nada por Colombia, excepto padecerla.
- El que me diga que en vez de criticar me ponga a trabajar por el país, le recomiendo que haga exactamente lo mismo: a lo mejor logra salir en las sociales de Jet-Set o en los personajes del año de D'artagnan.

20070113

Una bomba de tiempo

Escribo esto desde Cartagena de Indias. La capital alterna de Colombia durante estos días de vacaciones. Capital alterna porque aquí vienen a descansar todos los miembros de la oligarquía colombiana y sus payasos: actrices, cantantes, escritores, artistas, modelitos, prepagos... Entonces uno en cualquier esquina ve a Cabas y en la otra le da la mano a uno el nefasto Ernesto Samper. O se topa en el lobi del hotel con Ana Catalina Torres y en la Plaza de Santo Domingo le toca en la mesa de al lado al terrible Fabio Echeverri Correa.
Y ve uno muchas cosas en Cartagena. De las buenas y de las malas. Buenas como una plaza abarrotada de gente oyendo música clásica a eso de las 11 de la noche. O malas como que los dueños de los costosos restaurantes del centro histórico se crean los dueños del espacio público y la policía en vez de proteger a la ciudadanía del abusivo, se planten al frente del restaurante cual porteros, alejando a la chusma fétida que amenaza con invadir el lugar.
Pero si hay algo en Cartagena más visible que en cualquier otro lado del país es el contraste entre la opulencia de una minoría cada vez más minoría y la miseria de casi todos los demás. Ese contraste parece ser obviado por todos los que vienen a la ciudad en vacaciones –yo vine a trabajar, por si las dudas- gracias a la eficiente labor de la policía en estrujar a los pobre lejos de allí. Entonces uno ve a la policía turística arriando a los miserables que vienen a recoger las sobras de las mesas de los extranjeros y colombianos que se pueden dar el lujo de pagar los precios de esos restaurantes por toda la ciudad. Pero ninguno se le planta a uno de esos monachos bonitos cuando mete su explorer en contravía o cuando cuadra el mercedez en medio de una plaza mientras se toma una de Buchanan. A ellos nadie les dice nada.
Recuerda entonces uno que el merito que se auto elogia este gobierno es el de permitir que la gente pueda viajar y disfrutar de temporadas de descanso en algún lugar del país. Pero viendo uno ya como es la cosa en la práctica cae en la cuenta de que este gobierno no promueve una seguridad democrática sino una seguridad privada. Y es por eso que la policía y el ejército están al servicio unos de los ricos y los otros de los gringos. Y que todas las maravillas que dice haber producido ese ejercicio de gobierno no son más que una farsa para perpetuar los privilegios de unos a costa de la miseria de otros. Si parece un lugar común o una inquina injustificada. Pero es así. Y cuando los ricos bogotanos vuelven a sus casas en la sabana o a sus apartamentos en los cerros orientales, los negros pobres y pobres a secas se quedan aquí en una ciudad que toma un cariz fantasmal. Se pregunta uno, entonces, de qué viven el resto del año esa cantidad exorbitante y creciente de miserables.
Así que la cara bella de ciudad moderna, integrada y cosmopolita da paso inexorablemente a la de una vieja ajada y pobrísima, con un montón de muchachitos hambrientos. Y si eso pasa en la Cartagena, lugar al que todos los que toman las decisiones van al menos una vez al año, y les sigue importando un pito, cómo porqué se van a preocupar por los indígenas que se mueren de hambre expulsados por la guerra allá lejos, en el Putumayo.