El Circus

Un domingo cualquiera la lluvia conspiró para tres cosas: no funcionaba Internet, ni la tele y se suspendió el partido con los borrachos. Jodidos pues. Había leído todo el día y ya a eso de las cuatro de la tarde, cuando regrese del paseo con don Tony y doña Miranda, tuve que enfrentarme a lo inevitable: ocupar el tiempo en algo que no implicase salir de casa a mojarme. Porque la gran mayoría de las veces odio mojarme. Especialmente los píes.
En el estante del tele reposan desde hace años el montón de casetes. No me había preguntado porqué los guardaba. Se me figuraron tan anacrónicos. Me puse a escarbar a ver qué recuerdos me asaltaban o si de una vez por todas salía de ellos.
Eran muchos. Casi unos cien. La mayoría de ellos, recopilaciones bastante exóticas de música tomada de emisoras por allá a mediados de los años 90.
Muchas canciones olvidadas –algunas con justicia-de pronto recobraron un lugar en mi cabeza. Carambita de un grupo argentino que no hizo más, según se, estaba por ahí en uno de esos casetes TDK o Sony azul llenos de polvo y de inutilidad. Calculé.
Me pasa a veces, que cuando quiero deshacerme de algo, combaten en mí el sentido nostálgico de “quizás algún día lo vuelva a oír” y el sentido pragmático de “no, hombre. Nunca los has usado en cinco o seis años, no los vas a usar ahora”. Como siempre, ganó el pragmático. El 90% terminaron en la cesta de la basura. La música que me sigue gustando, afortunadamente, ya la tengo en otro formato.
Pero en medio de todo había una joya, que ahora en tiempos del mp3, estoy echando de menos putamente: The Rolling Stones' Rock and Roll Circus. Me subí al zarzo de la casa a ver si por ahí todavía estaba –y de puro de buenas, aún funcionaba- la grabadora que no alcanzo a ver el siglo XXI en mi cuarto. La pase tan bueno oyendo más de cuatro veces las dos caras de ese casete, como un loco poseso que hubiese descubierto un alivio a su insensatez.
Es mágico. Se trata de una bizarra presentación en vivo inventada por ese genio de la reinvención que es Mick Jagger y a la cual invito a la crema innata del Rock N’ Roll en pleno auge: 1968.
Por el escenario pasaron nadie más ni nadie menos que Jethro Tull, The Who, Marianne Faithfull, Taj Mahal, The Dirty Mac (dónde estaba Eric Clapton y Mitch Mitchell -de la banda de Jimi Hendrix-), Yoko Onno, John Lennon y los Rolling, por supuesto. Esta presentación es un derroche de creatividad, talento y de buena energía, muy a la usanza hippie. Canción por canción, y en conjunto, esos minutos lo trasladan a uno a esa época y resultan inspiradores.
Más aún, ese casete fue mi entrada al mundo de los Rolling. Me lo regalo una niña muy simpática por allá en el 95. Luisa, a quien todo el mundo apodaba Risitas.
El hecho es que el casete se quedó ahí. En medio de otros que no son de música, que también ameritan un post y que nunca voy a botar. Ni en el próximo, ojala muy próximo, trasteo.
No se si el disco se consigue en Tower. De pronto, pidiéndolo o mandarlo a traer por Amazon. (Mierda!!! está a 32 pinches dólares y con el DVD, ahora qué miro).
Por lo pronto, y mientras miro a ver si vuelvo a comprar un CD por Amazon para terminar pagándolo a 24 cuotas, se le invitará una cerveza a todo aquel que me mande canciones de este álbum o el álbum al mail chicodelatapa@ gmail.com (Ya tengo Something Better de Marianne Faithfull)
Sí tanta carreta, para pedir un favor. Así soy yo. Claro: también se le recibe el cidí original, ni más faltaba.

Mientras tanto sonaba
The Rolling Stones Rock and Roll Circus en una grabadora de periodista más paila...