20070204

Sola bastaron 15 años

Termina uno de leer la prensa del fin de semana y queda uno con la misma sensación a la que conduce el final de esa gran película que es Babel. Un desgarramiento profundo del alma y la cuestión latente acerca como cabe tanta desgracia en este mundo, o en este país, que temporalmente es mi mundo.
Sin darnos cuenta los colombianos vivimos durante unos 15 años bajo la égida de una conspiración mafiosa que casi se traga por completo el país. Se llevo consigo, al menos, la dignidad y la valentía de muchos. La vida y el patrimonio de otros tantos.
Pero también hizo ricos a un puñado. Los que ahora tienen para pagar 150 millones por metro cuadrado en Bucaramanga o Villavicencio. Un fenómeno que logró de personajes grises momentos vibrantes para la política colombiana (quién conocería a Eleonora Pineda o a Rocío Arias sin la irrupción de Mancuso y Don Berna en la política). Emergió de pronto la cultura de las rumbas de diyeis más famosos en cualquier bar de Pereira o la emoción de equipos de media tabla se volvieran de pronto campeones gracias a jugadores mercenarios que cambian de camiseta cada seis meses.
El paramilitarismo logro en 15 años lo que no logra la guerrilla en casi 50: transformar la sociedad colombiana: su moral, su economía, sus gustos, su dinámica política. Uno puede creer que es una coincidencia que la ascendente carrera de Álvaro Uribe se haya dado justo durante esos 15 años. Desde su violenta gobernación de Antioquia hasta su violenta y corrupta presidencia de la República.
Los paramilitares lograron tomárselo todo alentados por la ambición y la venganza. Les abonó el terreno una guerrilla brutal y una clase política que carece por completo de escrúpulos. En eso estamos. En el exorcismo del cuerpo putrefacto en el que décadas de injusticia y violencia han convertido a Colombia. Despertando de la pesadilla ante escenas inéditas de complicidad. Coroneles cobrando sueldos de 30 millones para no perseguir a los paras; congresistas que hicieron leyes a instancias de un acuerdo con reconocidos narcotraficantes; palmeros que consiguieron generosos terrenos gracias al rastrillo y la motosierra. El alma de Colombia es un rincón tenebroso. El corazón de Colombia da miedo. La indiferencia pasma. El país debería estar conmocionado ante los hechos brutales que se revelan cada día. Pero no. Mientras tanto se anuncia una novela que parece venir a cumplir con la noble misión del circo desde tiempos romanos: volver todo un drama lacrimoso, alivianar la tragedia con unas actuaciones sosas de niñas prefabricadas con los mismos dineros con los que antes se compraron presidencias. Una rueda que gira incontrolable por un precipicio. Eso es Colombia.

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20070125

Él vino a Salvarte

Ahí está. Ya se estaban demorando. No hemos completado un año de escándalos, robos y misteriosas coincidencias protagonizadas por el uribato en su segunda versión y ya están mirando a ver cómo lo alargan otros cuatro años. Para que complete la misión encomendada desde cuando era amiguísimo de Salvatore Mancuso, su vecino y proveedor de pesticidas: “refundar la patria”. Porque se trata de eso, ¿no? Eso es lo que dicen en su declaración más de 40 políticos a quienes la cobardía –o la sinvergüencería- les duro por seis años. Un documento donde la única firma que se echa de menos es la del propio Uribe (uno no sabe: a lo mejor tenía las manos ocupadas con los rifles con los que dicen fueron amenazados algunos de los signatarios). No importa. Están las de sus compromisarios, sus cercanos aliados políticos, los que le pusieron los votos que le sirvieron para no perder por más en los departamentos de la Costa. Documento histórico ese. Será uno de esos incunables de la larga historia de tragedias, infamias y traiciones protagonizadas por el hijo ilustre de Salgar, Antioquia. Claro, que con esa máquina de producción masiva de escándalos que es la Casa de Nariño, el material histórico abarcará varias bibliotecas. Habría que fundar una ciudadela: la Alejandria de Álvaro Uribe. Sobre todo si, como se le chispotió ayer delante de los carismáticos cristianos, se va a aferrar al solio de Bolívar hasta el 2019. Es decir que apenas vamos por la cuota inicial de la refundación de la patria. La frase que uso fue algo así como “aspiro a quien me suceda en 2.019…”. Un lapsus mental. Lo traicionó el inconsciente como diría una presentadora de TV.
¿Qué dónde la tengo? No, yo no la tengo. Sucede que al presidente solo lo pueden grabar las cámaras de palacio y ellos no nos van a ofrecer ese papayazo. Así que simplemente queda como un chisme. Un chisme como aquel de Miguelito de la Espriella (que dijo hace como dos meses que 40 políticos se habían comprometido con Mancuso por escrito). Puros chismes. Inventos de la oposición desesperada por los buenos resultados de la política de Seguridad Democrática. Amanecerá y véremos, como dijo Apolinar Salcedo.
Como me contaron que el señor Uribe le saca tiempo a “trabajar, trabajar y trabajar” para comprar fincas y ampliar impresionantemente los linderos del Ubérrimo. ¿Será que aspira a emular a su copartidario Victor Carranza de quien se dice tiene más de mil haciendas? Aparte de venerado, rico, el señor Uribe. Tan honesto él. Yo nada más especulo con estos chimes de los que me entero. Lo que me pasma es que aún con lo que se sabe oficialmente a la gente le parezca todo tan normal. Le sigan apoyando entusiastamente. "es que tiene unos ojitos tan bonitos", como dicen los niñas; "o es que me ha ido tan bien", como defiende la el Uribato III el industrial neoyorquino, Julio Mario Santo Domingo. ¿Estaremos todos tan untados? ¿Tan asustados? ¿Tan millonarios? o ¿tan idiotizados?

Nota Tónica
Les recomiendo la feria de cristianos carismáticos. Entre las muchas atracciones que ofrece, incluyendo confesiones presidenciales, se encuentra un punto de venta de la tienda de artesanías Salvarte. Los recursos allí recogidos se destinarán a la campaña "Adelante, presidente, que ya vamos llegando"

20070116

Los idiotas

Definitivamente El Tiempo es el periódico de los colombianos. No cabe duda de eso cuando uno lee un titular como el de hoy –en la edición impresa- sobre el partido de la selección Sub-20: “Hoy, Sub-20 no tiene que ganar. Si pierde 3-0, clasifica” apenas lo vi a mi cabeza vinieron instantes inolvidables de otros dos arranques de pasional optimismo: la tragedia de Londrina, cuando una muy confiada selección preolímpica fue eliminada por Brasil, pese a que la prensa de aquel entonces se ufanaba de que el equipo nacional podía caer hasta por 5-0. Eso, claro, no era una goleada suficiente para revalidar la colombianidad de que si no la cagamos a la entrada la cagamos a la salida y ¡saz!, nos metieron 9 y nos mandaron pa’ la casa. O los delirios triunfalistas de las semanas previas al Mundial USA 94. Un cartagenero me contaba en estos días –explicándome porqué no veía los partidos de la selección- que había perdido 500 mil pesos apostandole al campeonato de los dirigidos por Hernán Dario Gómez. No fue el único, un amigo suyo perdió la casa y otro unas reses.
El optimismo del colombiano es instintivo, produce un grado de exitación que desborda el sentido de las proporciones. Por eso si una edición en italiano de Vanity Fair alaba a la capital, sale El Tiempo, con esa objetividad tan propia, a decir que fue la Vanity Fair a secas, haciendo creer al incauto que no lee más que el titular, que fue la gringa que vende millones de ejemplares alrededor del mundo y no la italiana que vende unas muchísimas menos. O decir que el Golden Globle que se ganó la hispana América Ferrer, por su papel, en la versión gringa de Betty, la fea, es un logro de Colombia. Incluso el otro, que se gano Fernando Gaitán es un logro de él solito. ¿O es que cuantos de ustedes le ayudaron con los libretos? Y por ahí derecha están todas esas bobadas insulsas de la “nuestra Shakira” o “el Inter de Iván Ramiro Córdoba”. Como decía Eduardo Arias en estos días, “¿Cuándo se enriqueció tanto como para comprarselo a Massimo Moratt?”
O las expresiones bobaliconas que en vez de halagar ridiculizan: el baleado director técnico Luis Fernando Montoya, el campeón de la vida. ¿Campeón? Ese señor es una victima de esta colombianidad brutal, desalmada y desagradecida. El no ganó, el perdió. Perdió su movilidad, perdió una carrera brillante, perdió mucha plata. De consuelo le queda ese título ridículo de campeón de la vida.
O Juanes de la Paz. En serio: ¿qué fue lo qué hizo Juanes por la paz? ¿Cuántas minas ha desenterrado? O es que esa bobada solo tiene que ver con el hecho de haber ido a tocarles su música detestable a los burócratas de la Unión Europea. Si por eso se logrará la paz de Colombia, “nuestra Shakira” hizo más tocando para todo el mundo durante la ceremonia de la final del Mundial.
Y es que cada semana las páginas de nuestro único periódico están más llenas de victorias morales y pajazos mentales. Y después algún astuto extranjero pregunta ¿qué raro, cómo los colombianos son los más felices del mundo en medio de la guerra y la desigualdad en la que viven? Por eso. Porque viven engañados con esos logros de mentiras y esas conquistas apócrifas. Porque necesitan cualquier cachito luz para aferrarse. Un palo en medio de un río turbulento que los haga seguir seguros. Una oración o un discurso. Y por eso, nos pasa la que nos pasa. Póngale la firma que por pensar así, esta noche a la selección le meten cuatro.


Nota Tónica

- De una vez: el que me diga que Juanes hace más que yo por Colombia tiene razón en una sola cosa: yo no hago nada por Colombia, excepto padecerla.
- El que me diga que en vez de criticar me ponga a trabajar por el país, le recomiendo que haga exactamente lo mismo: a lo mejor logra salir en las sociales de Jet-Set o en los personajes del año de D'artagnan.

20070113

Una bomba de tiempo

Escribo esto desde Cartagena de Indias. La capital alterna de Colombia durante estos días de vacaciones. Capital alterna porque aquí vienen a descansar todos los miembros de la oligarquía colombiana y sus payasos: actrices, cantantes, escritores, artistas, modelitos, prepagos... Entonces uno en cualquier esquina ve a Cabas y en la otra le da la mano a uno el nefasto Ernesto Samper. O se topa en el lobi del hotel con Ana Catalina Torres y en la Plaza de Santo Domingo le toca en la mesa de al lado al terrible Fabio Echeverri Correa.
Y ve uno muchas cosas en Cartagena. De las buenas y de las malas. Buenas como una plaza abarrotada de gente oyendo música clásica a eso de las 11 de la noche. O malas como que los dueños de los costosos restaurantes del centro histórico se crean los dueños del espacio público y la policía en vez de proteger a la ciudadanía del abusivo, se planten al frente del restaurante cual porteros, alejando a la chusma fétida que amenaza con invadir el lugar.
Pero si hay algo en Cartagena más visible que en cualquier otro lado del país es el contraste entre la opulencia de una minoría cada vez más minoría y la miseria de casi todos los demás. Ese contraste parece ser obviado por todos los que vienen a la ciudad en vacaciones –yo vine a trabajar, por si las dudas- gracias a la eficiente labor de la policía en estrujar a los pobre lejos de allí. Entonces uno ve a la policía turística arriando a los miserables que vienen a recoger las sobras de las mesas de los extranjeros y colombianos que se pueden dar el lujo de pagar los precios de esos restaurantes por toda la ciudad. Pero ninguno se le planta a uno de esos monachos bonitos cuando mete su explorer en contravía o cuando cuadra el mercedez en medio de una plaza mientras se toma una de Buchanan. A ellos nadie les dice nada.
Recuerda entonces uno que el merito que se auto elogia este gobierno es el de permitir que la gente pueda viajar y disfrutar de temporadas de descanso en algún lugar del país. Pero viendo uno ya como es la cosa en la práctica cae en la cuenta de que este gobierno no promueve una seguridad democrática sino una seguridad privada. Y es por eso que la policía y el ejército están al servicio unos de los ricos y los otros de los gringos. Y que todas las maravillas que dice haber producido ese ejercicio de gobierno no son más que una farsa para perpetuar los privilegios de unos a costa de la miseria de otros. Si parece un lugar común o una inquina injustificada. Pero es así. Y cuando los ricos bogotanos vuelven a sus casas en la sabana o a sus apartamentos en los cerros orientales, los negros pobres y pobres a secas se quedan aquí en una ciudad que toma un cariz fantasmal. Se pregunta uno, entonces, de qué viven el resto del año esa cantidad exorbitante y creciente de miserables.
Así que la cara bella de ciudad moderna, integrada y cosmopolita da paso inexorablemente a la de una vieja ajada y pobrísima, con un montón de muchachitos hambrientos. Y si eso pasa en la Cartagena, lugar al que todos los que toman las decisiones van al menos una vez al año, y les sigue importando un pito, cómo porqué se van a preocupar por los indígenas que se mueren de hambre expulsados por la guerra allá lejos, en el Putumayo.

20061231

Todo tiene su final -y al 2006 ya le llego

A la media noche de hoy: un soldado del ejército etiope prendera el último cigarrillo que le queda, a las afueras de Mogadiscio, capital somalí a la que las tropas de las que hace parte entraron sin ninguna resistencia. Una mujer iraquí verá en la televisión jordana las imágenes de la ejecución de su padre, ahorcado por crímenes contra su propio pueblo. Una negra regordeta de Lousiana rezará alguna vieja oración para que su dios preserve vivo a su hijo, un marine desplegado en Basora. En el Norte de Santander colombiano una familia campesina temerá que la noche, y de paso el año, terminen con una nueva incursión de los paramilitares emergentes. En Cuba una jinetera de diecisiete años tendrá que salir a buscar clientes en el malecón de La Habana, esperando a ver si Fidel se muere pronto o se puede largar rápido de esa isla que se diluye bajo la égida del viejo malo ese –y ahora de su hermano-. Y así. Infinidad de postales que no coinciden en nada con el derroche de positivismo que se respira en otros muchos lugares. El mundo contrastado a una hora determinada. ¿En serio cree que algo de esto vaya a cambiar solo por un digito más en la fecha? No. Seguramente usted no es tan idiota. Pero necesita –necesitamos- creer que cerramos un ciclo. Que tenemos una oportunidad nueva de hacer las cosas bien. Al menos un 70% de los colombianos creen que el año entretente será mejor. Lo dudo. Todo tiende a empeorar inexorablemente. Aquí y en todas partes. ¿Que queda entonces? Tal vez solo esperar. Tomar un buen libro, ver una película que lo estremezca, hacer el amor, comer su plato favorito, montar en bicicleta mientras su perro sale a pasear, darle un beso a su mamá e irse a la cama con la intima fe de que sólo así, con esas pequeñas alegrías, con esos limitados sobresaltos de la rutina, se puede experimentar lo más parecido a la –fugaz- felicidad.

20061226

Cosas que se olvidan

Yo se que por estos días todos estamos borrachos, o enguayabados o con ganas de beber hasta perder la conciencia. Pero no por eso uno debe dejar de pasar perlas que de cuando en cuando aparecen en la prensa.
Por estos días el representante de los ganaderos, un tal José Felix Lafourie, ha salido a reconocer públicamente la vinculación de sus representados con en el paramilitarismo. Pero no porque estén arrepentidos, sino porque parece que algunas verdades se van a empezar a saber y habrá quienes osen cuestionar lo que él llama “el derecho a aplicar el ejercicio de la legítima defensa”. O sea que los crímenes de los paramilitares, que sirven para hacer una película de terror que asuste a Freddy Kruger, no son delitos sino que fueron una obligación y lo hicieron solo para defenderse. ¿Pero defenderse por qué? Dice este señor que porque “los ganaderos son un sector vulnerable”. ¿Vulnerables los ganaderos? Eso es algo así de absurdo como decir que Paris Hilton está así de flaca porque no tiene plata para comer bien. Y es que si hay un sector que en muchas regiones del país –justo aquellas en las que existieron los más poderosos bloques paramilitares- han detentado TODO el poder por decenios, por siglos, han sido los ganaderos. ¿Es vulnerable un señor que tiene mucho billete, muchos empleados que hacen cosas por él, que tiene algún familiar que es alcalde y un primo que es senador? Literalmente son señores que han mangoneado el país rural como se les ha antojado y ahora nos salen con que son vulnerables. Pobrecitos.
Claro que son vulnerables. Pero por ambiciosos y por tacaños. ¡Sabe usted cuánto paga de impuestos una finca ganadera inmensa, digamos, así como El Ubérrimo? Yo no se la cifra, pero le puedo asegurar que es una fracción ínfima de lo que paga usted por la casa o el apartamento en el que vive en cualquier ciudad del país. Porque el poder que detentan los ganaderos lo han usado sobre todo para no pagar los impuestos que deberían pagar. Esa es una verdad que olvida el señor Lafourie y que podría ayudarle a entender porqué en los 80, cuando el sitúa la irrupción del paramilitarismo, había en las regiones ganaderas tanto abandono estatal que ellos rellenaron apunta de matones. No había Estado porque ellos no pagaban –y no pagan aún- lo que cuesta tener Estado: policías, escuelas, hospitales y lo poco que hay se lo roban su hermano alcalde o su primo senador. Así que no solo los ganaderos que representa el señor Lafourie –y a los que pertenece el dueño de El Ubérrimo- deben asumir su culpa por los efectos de su defensa legítima sino que deberían pagar lo que le deben al país por todos estos años de irresponsabilidad fiscal. Así, a lo mejor, a los hijos del señor Lafourie no les toca hacer como a él, quien para no meterse a la guerra –como Jorge 40 o Simón Trinidad, sus condiscípulos y amigos- le toco “salir corriendo para Bogotá- donde la gente evade menos impuestos.

Aclaración: No pongo el texto de la entrevista en la que me base, que sale en Cambio, porque en esa revista ya se fueron de vacaciones y no colgaron la última edición en Internet. Deben estar borrachos.

20061205

Solidaridad con el Exito -y todos los almacenes de cadena

Parece que se está volviendo una mañita de todos ellos, los empresarios. Ayer luego de pagar el mercado de cada mes en el Éxito, un muchacho sonriente se acerco y comenzo empacar. Poco antes de terminar, nos paso una boleta en la que explica cómo funciona su trabajo. Resulta que hacen parte de una cooperativa y sus ingresos dependen de los aportes voluntarios de cada uno de los compradores del supermercado. "De eso dependen mis estudios". No hay ningún problema, y le di 2000 pesos.
Pero la situación me puso a pensar: ¿de cuándo acá es uno el que paga el sueldo del personal de una multimillonaria corporación como el Éxito? Porque el funcionario que le empaca a uno el mercado es como parte del combo, ¿no? Digo: con el mercado que uno paga supone que al Éxito le alcanza para cubrir los sueldos de sus celadores, cajeros, aparcadores y todo lo demás. O es que mañana, en esta fiebre de desregularización laboral, también el celador nos va a decir que la manutención de su familia depende de nuestro aporte y del aporte, nuestra seguridad dentro del almancen.
Será carepalo el Éxito -y todos los almacenes de cadena nacionales o extranjeros- como para decir que no, que eso no es un abuso con sus empleados y sus clientes, sino que se trata de un ingenioso programa de responsabilidad social corporativa como a todas las empresas les ha dado por llamar a las migajas que le botan a la creciente masa de pobres de este país.
Será que lo que a mi me parece un abuso laboral es de verdad una obra de filantropia digna de ese ícono de la caridad crisitiana que es la Madre Teresa de Calcutá.
¿Será que nos están tumbando, Echeverry?