Ciudades
Los bogotanos, a fuerza de estarnos alimentando el ego metropolitano a cada rato, hemos terminado por aceptar que nuestra ciudad es la recontrachimba. Ayudan de vez en cuando los extranjeros con esas nominaciones subitamente importantes como la Mejor Ciudad del Mundo. Y semejante convencimiento está provocando un efecto nefasto: se nos olvida que una ciudad no es una construcción finalizada y que cada patanada de cualquiera de nosotros cuenta.
Así que hoy nuestra recontrachimba ciudad está dando muestras de agotamiento. De crisis. Vea como todos los buseteros y la mayoría de los taxistas simplemente se limpian el culo con la cebra que tanto mimo nos costo aprender a respetar. Vea como cualquier escolta cree que las leyes del tránsito son un mecanismo para eximirlos a ellos y no la única alternativa de los civiles para contener su brutalidad.
Vea como la ciudad del alcalde social está llena de niños pidiendo monedas en la calle al punto de que va tocar invertir en vias para no perder la capacidad de absorverlos a todos y darle a cada uno su esquina.
Vea como los avaros constructores nos están llenando de rumbeadoros, edificios gigantes a costa de casas de conservación, puteaderos, centros comericiales.
Vea como está la malla vial para la que no hay un peso, pero sí hay para ajustarles en 2000 millones los sueldos a los concejales. Porque es que vaya y venga que el alcalde solo sea mediocre. El mundo está lleno de alcaldes mediocres. Aparte de todo es cobarde y corrupto.
Uno pensaría que el consuelo es que apenas le queda un año para seguir heciendo nada. Pero no soy tan optimista. La verdad es que le queda todo ese tiempo para desandar lo andado.