La tarea no hecha
Debo decir que la idea me cautivo. El tipo, un creativo de una agencia prestigiosa, se gastó dos horas exponiendo en un tono jocoso pero con sobrada indignación porque, palabras más palabras menos, Colombia es una mierda.
Los colombianos, ese factor común tan ambiguo, somos por lo general atravesados, avivatos, ambiciosos y mediocres. Son sus palabras, tomandome el atrevimiento de resumirlas sin su permiso. Y los ejemplos sobran. Tanto de expresiones de esas características como de las consecuencias que tiene en campos tan diversos como la publicidad y el fútbol, por nombrar dos.
El issue, para usar una palabra tan del medio, es que la indignación del tipo se acrecentó cuando el gobierno colombiano, a través de Proexport, le pagó 400 mil dólares a otro creativo -gringo- para que se inventará la campañita esa de Colombia es Pasión. Aparte de apasionados,vívisimos esos de Proexport.
A mí la campañita esa me sonó a conjura. A parte de boba, creo que contribuye a un mal que nos está matando el alma y la conciencia. Qué pena meterle política, pero sin duda tal conjura tiene mucho que ver con el actual presidente y su obsesión reeleccionista. Así que el ambiente reinante, la mentalidad dominante, está muy en la onda de hacernos creer que vamos por el buen camino. Como si una estela de polvitos mágicos hubiese pasado convirtiendo todo aquello que antes del 7 de agosto de 2002 era malo en una maravilla.
El reto, entonces, era darle la vuelta a ese tipo de racionamiento. Pasar de usar banderitas, cancioncitas, niñitos, manillitas y todos los diminutivos que se le vengan a la cabeza y tengan que ver con el patriotismo exultante y pensar de verdad porqué vale la pena proponer una campaña que estimule el "Ser Colombiano".
Algo, alguito, alguna vaina, debería justificar el ser colombiano y sentirse orgulloso de ello. Yo no la encontre, y por eso la petición de razones que no fueran las que tanto se usan para autocomplacernos y reafirmarnos sobre la nada. Agradezco el esfuerzo de muchos que se tomaron la molestía de responder. Pero debo confesar algo: ninguna me convenció. Y como era yo el que tenía que convencerse, para a su vez, convencer a otros, pues no podía contentarme con una idea a medias que no me sonará a argumento real. Qué desilusión.
La conclusión, y me perdona el que no esté de acuerdo, es que no hay razón para sentirse orgulloso de ser colombiano, Como puede que la haya o no para sentirse orgulloso de ser argentino, salvadoreño, ganés o iraní. Pero no era el caso. Me importaba saber si los colombianos podían definirse como un producto único por algo que fuera cierto y no por algo que quisiéramos creer. Pongo un ejemplo recurrente: dizque "los colombianos somos trabajadores", "echados pa'lante", "emprendedores", "berracos" y un largo etc.
Pues fíjese que no. O al menos eso concluye un estudio de valores realizado por Raddar, Napoleón Franco y McCannErickson. Según el diario Hoy que recoge en primera plana el informe, los colombianos somos perezosos para trabajar. Lo hacemos porque nos toca y en lo que haya. Nada más así se demuestra que tan mentirosa es la campaña boba esa de Colombia es pasión.
Miren la elocuencia del estudio, cuya metodología desconozco: "Con respecto a hace 20 años, hoy los colombianos estamos menos orgullosos de la patria" y empeoraremos en los 40 por venir.
Me parece más acertado este estudio, que por ejemplo, aquel que nos puso en segundo lugar en un loco ranking de felicidad. El colombiano no me parece feliz. Me parece muy infeliz. de hecho. Otra cosa es que seamos recocheros, le saquemos chiste a todo o cualquier evento nos parezca digno de parranda. Lo cual no es malo ni bueno, pero no es felicidad. En ese sentido el colombiano es algo patético, porque parece como embuido en una borrachera permanente que lo hace reir, cantar, aplaudir y hacer la ola por cualquier cosa. "Emborrachate colombiano, que borracho es como mejor te ves", es un slogan más propicio para la patria creo yo.
Por eso el orgullo colombiano es tan tragicómico. Unas expresiones festivas de una realidad decadente. Que desconocemos o ignoramos.
Por eso preferimos mentirnos o creernos la mentira. Y de ahí, la profundización de la decadencia. El criterio para acometer la tarea era no mentir, no maquillar y que la razón fuera incluyente, una tendencia general al menos. Por eso no la hice. No la pude hacer. No había cómo.
A lo mejor, claro, es mi culpa por plantear las preguntas que no son.