¿A qué juega César Mauricio Velásquez?
El presidente del círculo de periodistas de Bogotá pasa de agache ante la polémica por la publicación de unas fotos de Alejandra Azcárate de una adaptación del cuadro "La Última Cena" por parte de la revista Soho.
No defiende -que supondría uno, es su trabajo- la libertad de expresión y la pluralidad necesaria en una sociedad democrática. Por el contrario: cuando el proceso ya salió descartando méritos para semejante querella tan absurda, sale amparado en un tribunal de ética a regañar veladamente a la revista.
César Mauricio Velásquez, que también es decano de comunicación de la ultracatólica Universidad de La Sabana y miembro de una de las tantas comisiones de paz que hay en este país en guerra, no parece ser un tipo serio.
No parece auténtico. Es uno de esos mandaderos de ocasión. Un portavoz con cara afable de algunos de los intereses más retrógrados que pretenden gobernar este país. Será académico muy serio, buen padre de familia, afamado periodista, pero no puede ser el presidente del CPB.
Claramente sus criterios están fundados en las convicciones religiosas del grupo al que pertenece: el Opus-Dei.
Muchas de las convicciones del Opus-Dei son contrarias a la democracia. Como por ejemplo expoliar públicamente por medio de la ex comunión a médicos que cumplen con la ley y le practican un aborto a una niña de 11 años que fue violada por su padrastro. O pretender que en aras de la protección de culto se prohíba a los artistas y escritores abordar el misterio religioso desde el punto de vista que se les de la gana. Como tenemos todos el derecho a hacerlo.
El señor Velásquez debería fundar una agremiación que se llame Círculo de Periodistas Católicos y desde allí promover y defender las ideas que se le vengan en gana.
Pero usar el gremio de periodistas a favor de causas que su comunidad religiosa defiende tan arduamente es un jueguito vil.
Nota Tónica
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