20061030

A ver quién gana

A veces solo era aburrimiento o la frustración de la rutina, si es que tales cosas pueden diferenciarse. Pero esta vez Ji se levantaba con un deseo en mente y con un dolor en el cóccix. El deseo de no volverse a levantar y el agudo dolor de no poder seguir acostado. El deseo de quedarse allí en medio del calor de las cobijas y la molestia aguda tras 48 horas en la cama, apenas interrumpidos por sus idas al baño y las esporádicas visitas a la despensa.
Las persianas permanecían cerradas desde el viernes a las 6 de la tarde, hora en la que llego del trabajo. Había bajado los tacos de la luz para evitar la tentación de prender la televisión o la radio. No era necesario desconectar el teléfono, al fin y al cabo, nadie nunca llamaba. Había comprado una caja de pizza extragrande, un botellón de agua mineral y un pollo frito al estilo americano.
Se metió debajo de las cobijas y lo primero que hizo fue llorar. Era 27 de octubre, justo el día de su cumpleaños número 25 y la fecha en la que el resto de la ciudad iba a celebrar la noche de Halloween. Lloró por cerca de dos horas. Hasta que cayó en la cuenta de que es imposible dormir al mismo tiempo que se está poseso por la rabia.
En su mesa de noche había un vaso con valeriana, que se tomó de un solo sorbo. Sus propiedades sedativas e hipnóticas hicieron efecto a las 11 de la noche en punto. Menos de 25 minutos antes de la hora que el registro de la Clínica daba como la de su advenimiento al mundo.
Se despertó el sábado. Y volvió a su propósito inicial. No pensar en nada. Se olvido de su elocuente soledad, de su profunda frustración, del hecho cruel de tener un sueldo pero no en qué gastarlo, del estricto horario de su oficina, de la indiferencia de su jefe, de la inutilidad de su trabajo, de sus pocas posibilidades de darle un vuelco a su vida, de su madre muerta, de su padre desconocido, de su cachorro arrollado por un taxi 10 días después de comprado, de la gotera del baño, del descuido de la cocina, de la lluvia que caía pesadamente sobre la ciudad, de la amenaza del cambio climático…
Al cabo de un rato, se dio cuenta que su esfuerzo por eliminar temas en los cuales pensar se estaba volviendo justamente en una barrera para cumplir con el plan trazado. Repitió 10 veces, como un mantra, “No quiero pensar en nada”.
Y se imagino la nada como una bola negra en medio de la bruma. Una bola inmensa que descansaba al borde de una carretera en declive a unos metros de él. Y entonces vio que la bola comenzaba a caer en dirección a su humanidad. Pensó que debía correr.
“Mierda, estoy pensando otra vez”, se reprochó realmente enojado. Se tomó la cabeza, y se rasguñó la cara hasta que no soportó más el dolor. Fue al baño se lavó y tomó más valeriana. Mucha más. Eran las 5:45 p.m. de tarde de un sábado gris.
Esta vez no fue tan fácil conciliar el sueño. Se preguntó si tal vez no era buen momento de abandonar su misión. Otra vez. O cambiarla a fin de ver alguna realización. Se sintió genuinamente inteligente cuando llego a la conclusión de que el problema no es dejar de pensar, sino pensar en cosas terribles. Busco afanosamente en su memoria un momento feliz. El adormilamiento de la valeriana lo tomó por sorpresa antes de encontrar uno.
(“Algunos estudios clínicos han demostrado que 300-600 mg de Valeriana reducen el tiempo de latencia del sueño y mejora la calidad del mismo”.)
Efectivamente. Durmió profundamente. Lo despertó el hambre a las 3 de la mañana del domingo. Se comió medio pollo frito estilo americano. Bebió algo más de tres litros de agua. Volvió a su inútil búsqueda en la memoria y resolvió, cansado, una hora después, echar mano de material gráfico. 365 días antes había quemado todo su álbum familiar.
Aquella vez no optó por el ácido valérico y los valepotriatos, sino por el alcohol.
Ebrió, protagonizo uno de sus días más vergonzosos, cuando decidió salir desnudo al balcón y prenderle fuego al arrume de fotografías con las que se había torturado todo el fin de semana.
Por primera vez en mucho tiempo, Ji sintió la necesidad de persistir. De dar la lucha contra las circunstancias adversas, y encontrar un retazo de su pasado. Fue inútil. Vencido, derrotado, en posición fetal, se quedo dormido. Al amanecer del lunes, el dolor le volvió a ganar al deseo. Se levantó antes de las 7 mañana. Tenía justo tiempo para prepararse un desayuno y volver al trabajo. Al menos, se dijo, era un fin de semana menos en el cual pensar.

Nota Tónica
No Rain-Blind Melon

5 Comments:

At 5:24 p. m., Blogger Ange said...

me gusta mucho. Me siento identificada con Ji. aunque no actúe como como Ji. Talvez quisiera de vez en cuando hacer cosas así.

 
At 5:42 p. m., Blogger MaJaDeRiA said...

El problema cuando ud se mete a escribir vainas sobre "la insoportable soledad", es que siento casi siempre que termina metiendoseme al rancho y me recorren escalofrios....

Por que yo hacia una rutina mas o menos parecida....tal vez no tan extrema, pero era una primera idea.

Saludos. buen post

 
At 12:16 a. m., Blogger Mal Ladrón said...

Sí, está bacano. Me gusta mucho que termine así. Hay un par de errores de forma, pero nada realmente importante. Está bacano. Yo hubiera jugado un poco más con un elemento interesante que justo llevo pensando desde hace un par de meses para algo que en estos días le cuento: lo del cumpleaños en esa fecha.

 
At 12:40 p. m., Blogger Unknown said...

que post mas bueno...enganchada de principio a fin...

 
At 8:07 p. m., Anonymous Anónimo said...

Tenaz, la soledad a veces me aporrea pero no para estar tan ingerido como Ji. Saludos desde Cùcuta.

 

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