La indignación inútil
Es pertinente agregar a la lista de orgullos nacionales la increíble capacidad de indignación inútil que tenemos los colombianos.
El ejemplo no podía ser más elocuente: la inminente liberación del sicópata Garavito. He borrado todos los forwards que tan amablemente me hacen llegar sobre el particular, pero en general creo que he captado la esencia del debate: ¿por qué no matamos a ese hijueputa? A eso lo reducimos todo aquí: a matar un hijueputa. Hay, incluso, quienes proponen terribles suplicios en represalia por la muerte de algo así como 200 niños o la pena de muerte en maneras sanguinariamente creativas.
Mi punto se aleja significativamente del consenso generalizado. De hecho, creo que lo mejor que puede pasar es que el tipo salga libre y que no le pase nada.
No sorprende que la saga de Garavito haya pasado en Colombia. No podía pasar en otra parte: Diez años, no uno, no dos, no cinco: diez años, cometiendo crímenes sistemáticos, repitiendo un patrón establecido, en una región más o menos delimitada ¿Y qué pasó? Nada. No lo cogió nadie. Ninguno de todos los ineptos directores de Policía que a través de los años se enfrentaron a la evidencia producto de los crímenes se percato de la existencia del psicópata. ¿Dónde estaba el cuerpo técnico de investigaciones? (CTI ¿lo han escuchado? Es de lo que se disfrazan los apartamenteros para asaltar muchachas del servicio) ¿Qué hizo entretanto el Bienestar Familiar? Nada. Nadie hizo nada. Un depravado mató 200 y pico de niños –pobres todos, claro- y ninguno de los ineptos que ocupan cargos que tienen que ver con infancia y aplicación de justicia en este país siquiera se percato. Es más, el tipo cayó por error.
Sugiero una cuestión quizás más intrigante ¿y los papás de esos muchachitos que estaban en las calles vendiendo dulces o su cuerpo y resultaron víctimas de Garavito? ¿No son también culpables? ¿No son tan culpables como los padres de hoy que pese a ese antecedente tan publicitado siguen teniendo chinos para ponerlos en los semáforos a merced del Garavito que esté imponiendo un nuevo record? ¿No es culpable la Iglesia que se opone a la planificación familiar? ¿O la Policía que no recoge a esos muchachitos que están por doquier? y ¿El Estado que no hace nada –absolutamente nada distinto de pedir que se guarde el gustico hasta el matrimonio- para evitar que nos sigamos reproduciendo como ratones?
¿Ah pero porque no lo dejan preso de por vida? Es la otra queja. Yo estoy de acuerdo con la cadena perpetúa. Creo que es la pena que merece Garavito. ¿Pero saben ustedes por qué no existe en el país de cafres que es Colombia? Porque nuestros gobernantes se han robado la plata que serviría para tener un sistema carcelario eficiente y humano. Por eso cuando cogen un rico –narco o político- les dan mansión por cárcel o mandan a hacer una como Pablo Escobar. De resto tenemos cárceles temibles, donde duermen hacinados paracos, estafadores e inocentes. Todos a una intercambiando conocimiento que al cabo de unos años replican en las calles cuando ya están libres o se vuelan porque no hay plata para mantenerlos allá pudriéndose. Porque aquí casi todos los presos se vuelan. El que no se vuela es porque sabe que en la calle le iría peor.
Como le irá a Garavito. En estricto sentido, el man ya cumplió con su pena. Que no lo hayan rehabilitado o que la sociedad colombiana sea incapaz de mantenerlo aislado de por vida no es su problema. Y por eso saldrá y matará a otro niño. O a muchos, porque de aquí a que la Policía se vuelva a equivocar y lo coja se necesitaran doscientos o trescientos infantes muertos, degollados y violados.
Pero claro: antes un pervertido más pervertido que él lo someterá a una faena de tortura escalofriante. Y a ese tampoco lo cogerán hasta que haya repetido la faena quinientas o mil veces. Y volveremos al mismo punto de la indignación inútil que tan orgullosamente profesamos.
Pero nadie se indigna porque los miembros del honorable congreso de la República, por ejemplo, hayan hundido por quinta –o sexta o séptima, ya perdí la cuenta- vez la Ley de Infancia que entre otras establece que los violadores y asesinos de niños no reciban rebajas de pena. Como me lo explicó una de las congresistas que impulsa la ley: “es que como los niños no votan a nadie le importa”. Claro. Aquí los niños solo importan cuando están muertos.