Martes en la noche. Premier de una película en la que un colombiano, un peruano y una venezolana imitan infructuosamente –¡tan infructuosamente!- el acento mexicano para terminar convirtiendo un buen libro en una novela de dos horas tan mala como cualquiera de las otras novelas que duran miles de horas al aire. Cuatro personas divagan en la antesala de la proyección sobre la farándula local, cuidándose de que ninguno de los criticados alcance a oír un comentario hiriente que afecte la susceptibilidad de alguien tan susceptible como puede ser una figura de la farándula local. Se ríen y hacen regueros de gasesosa y palomitas.
De pronto, un teléfono celular suena. Uno de los personajes contesta y por un momento se aleja del corrillo.
– ¿Con quién hablo?
– Con Espigui. –Espigui era el apodo con el que se conocía al joven Luís Alberto en los tiempos lejanos del colegio. Por alguna razón, en vez de llamarlo Speedy –como el ratón González de las de las caricaturas que era lo que se buscaba en un principio- lo llamaban Espigui. Pero la idea era esa y el diálogo siguió de la siguiente manera, mientras que, incansable, una y otra vez, un cantante de electroporro que fuma mucho porro, atravesaba la sala buscando a algo o alguien.
– Hombre, qué milagro, ¿Cuánto tiempo? contesto nuestro personaje.
– Siete años.
– Es verdad, ya van a ser siete años. ¿Y a qué debo el milagro?
– No, es que ya ha pasado mucho tiempo, ya estamos viejos, ya pasaron todas las cosas.
– Sí, yo se –mentalmente a nuestro personaje le asaltan las dudas: ¿A qué cosas se refiere? ¿Por qué ese tonito? ¿Será mi impresión o me está hablando como el juez magnánimo que concede un perdón no pedido?
– ¿Cuándo nos vemos?
– ¿Vernos? (Mentalmente nuestro personaje se dice: ¿No acaso que me querías era romper la jeta?; ¿no acaso que era lo peor de este mundo? ¿La alimaña más desalmada e injusta; el más arrogante, prepotente, convencido y todas esas cosas? ¿No que si me cruzabas en la calle te cambiabas de acera?) Pues sí. Claro, ni más faltaba, diga cuándo.
– Yo lo llamo esta noche a la casa o mañana a la oficina.
– Listo de una. ¿Este es su celular?
– No. Yo lo llamo.
– Ah, bien.
Cuelga.
– Me llamó mi mejor amigo de hace siete años, dice nuestro personaje a sus contertulios tratando de neutralizar oralmente el sobresalto mental que le provocó la llamada. Más tarde, cuando lo trae a cuento, no recuerda si se llevo la mano al pecho como se acostumbra ahora –a la manera esos señores que prometen bobadas en las vallas- o si solo fue otra impresión ridícula que tuvo de sí mismo. Suele pasarle: no es del todo fácil distinguir entre lo que se imagina y lo que sucede realmente. Tal vez porque a lo primero lo estima en demasía y a lo segundo si acaso lo considera relevante de vez en cuando.
Dos días después se da la llamada prometida.
– Nos vemos en la Iglesia entonces.
– No, en la Iglesia no, mejor en el CAI, dice Espigui.
– Ahhh, pero ese CAI ya no existe.
– Bueno, entonces en la Iglesia.
– ¿Nos tomamos unas cervezas?
– No, cerveza, no. Yo no tomó. Mejor un café.
– Sí, pues café será. (Mentalmente: se me olvidaba que eras mi mejor amigo… hace siete años)
Mientras tanto suenaGorillaz - Feel Good, Inc./Nine Inch Nails - Get Down Make Love/ Blur - Song 2/ Seether - Remedy/ Foo Fighters - Best Of You/ A Perfect Circle - Weak And Powerless/ Finger Eleven- One Thing